lunes, 18 de febrero de 2013

El debate sobre la vía Cibao-Sur


RANCHO ARRIBA.- Algún día se sabrá por qué razón el gobierno del sanjuanero Danilo Medina, con el coro de la iglesia Católica, dirigentes políticos y comerciantes, se ha empeñado en consumar un crimen dramático contra la columna vertebral de la cordillera Central de una isla que aloja a dos naciones, contra su sistema de lluvias y dos valles muy productivos donde vive mucha gente pobre.
Construir una carretera de 80 kilómetros que parte de la ciudad de San Juan, que está a 420 metros sobre el nivel del mar, pero que recibirá escorrentías masivas provocadas por el movimiento de tierra y cientos de desagües de la vía desde alturas superiores a los 2,400 metros sobre el nivel del mar, significará un serio riesgo para la ciudad de San Juan en primer lugar y luego –pero con efectos más destructivos aún- para Tamayo, Vicente Noble, Jaquimeyes, El Peñón, Fondo Negro, Cabral y varios campos cañeros y bateyes del central azucarero de Barahona.
Parece que quienes están empeñados que construir esta innecesaria carretera están cegados por sus propios intereses y se han olvidado de la historia reciente.
Acaso no recuerdan que a comienzos del año 1981 el entonces presidente Antonio Guzmán (PRD) se obstinó en construir esa carretera que se presupuestaba en solo 200 millones de pesos y la consideraba la “obra cumbre de su gobierno”, pero que el entonces secretario de Obras Públicas, ingeniero Rafael Corominas, no pudo demostrar cuál era el comercio que iba a dinamizar y la misma Sociedad Ecológica del Cibao (SOECI) le enrostró que el daño ambiental era muy superior al monto que podía suponer un comercio San Juan-Santiago inexistente.
Dos años después, en 1983, el nuevo secretario de Obras Públicas, Pedro Delgado Malagón, declaró que la carretera San Juan-Santiago no sería construida porque no existían motivaciones económicas ni de otra índole para hacerlo.
Sería un gasto inútil y un derroche como lo será ahora si finalmente el presidente Medina persiste en botar los primeros 14,000 millones de pesos que le asignó en el Presupuesto General del Estado para este año.
Parece que estaban muy lejos del sur los políticos, comerciantes, obispos y letrados que favorecen la construcción de una carretera que solo viene a agravar los problemas de erosión e inundaciones que desde hace años rellenan la presa de Sabaneta y la de Monción.
¿Dónde vivían los sanjuaneros cuando los ríos Yaque del Sur y Las Cuevas borraron totalmente el poblado de Sabana Yegua el 31 de agosto de 1979?
¿Dónde estaban cuando el huracán “Georges” pasó el 22 de septiembre de 1998 con vientos de 200 kilómetros por hora e intensas lluvias dejando 202 muertes en las provincias San Juan, Baoruco y Barahona, principalmente por inundaciones de barrios, asentamientos suburbanos y rulares?
Ya olvidaron que con unas doce horas de lluvia torrencial el huracán “Georges” afectó cerca de 17,000 viviendas en el sur de las que 8,950 fue necesario repararlas y 8,737 tuvieron que ser construidas nuevamente porque fueron arrasadas por el fenómeno, principalmente por efecto de las inundaciones.
No tengo la menor duda de que desde el punto de vista ambiental, construir la carretera San Juan-Santiago será desastroso para la vida humana principalmente de los pobres de San Juan, Baoruco y Barahona, como también lo será para todo el valle localizado entre Santiago Rodríguez y Monte Cristi.
Solo hay que pensar a qué velocidad bajarán las aguas de un huracán desde 2,400 metros sobre el nivel del mar reunidas en un sistema de cicatrices de 80 kilómetros, incluidas una carretera que no será menor de 20 metros de ancho sin incluir taludes y cientos de desagües que en pocos años se convertirían en enormes cañadas artificiales que potencian la energía de las escorrentías para ir a hacer crecer el delta de lo ríos Mijo, Yaque del Sur y San Juan, y como ya sabemos, borrar barrios enteros como lo hizo “Georges” con la Mesopotamia en 1998.
Ya lo he dicho y lo repito: desde el punto de vista económico, nada podrá venderle San Juan a Santiago que aquella ciudad no lo pueda conseguir en su periferia sin necesidad de meter un camión a romper lomas para ir y para venir con lo que se duplica el gasto en combustibles.
Los que sueñan que la proximidad de dos ciudades automáticamente supone un gran comercio, están engañados.
Si entre San Juan y Santiago existiese una necesidad de comercio, éste se hubiese desarrollado hace doscientos años a lomo de bestias, luego en ferrocarril y finalmente en camiones, pero como las dos provincias producen lo mismo y ninguna tiene salida al mar para conectar al exterior, ese mercado no se ha desarrollado y no se desarrollará nunca porque eso no se puede lograr artificialmente.
Si los mercados se pudieran desarrollar por la cercanía de ciudades grandes, La Romana y Mayaguez tuvieran un mercado floreciente que hoy no existe, como lo tuvieran Puerto Plata y Santiago de Cuba, o Santo Domingo y Caracas.
Los mercados no se establecen artificialmente sino por una necesidad mutuamente compartida: uno tiene que vender lo que el otro no tiene, y el otro venderá de lo que aquel carece.
No fue por un capricho estúpido que el teniente de la Marina de Estados Unidos, David Dixon Porter, cuando salió de Santo Domingo en bestias a recorrer el país en 1846 para atender el pedido del gobierno dominicano (de Pedro Santana) de reconocimiento y ayuda, salió a caballo hacia el sur, pasó por San Cristóbal, Baní, Azua y llegó hasta la cercanía del Cruce de Las Yayas. De ahí se devolvió, pasó Azua y subió por Cañada Cimarrona, llegó a El Maniel (Ocoa), siguió hacia Rancho Arriba, de ahí siguió el curso del río Maimón y por él hasta el Yuna y la Bahía de Samaná.
Años después, en 1863, las tropas restauradoras asentadas en Santiago consideraron que tenían que sublevar el sur, por lo que enviaron al general Gregorio Luperón quien salió de Santiago, pero no cabalgó por El Rubio para caer en Sabaneta, Juan de Herrera, San Juan y luego Azua y Baní, sino que el héroe restaurador salió hacia Piedra Blanca, pasó a Rancho Arriba, ocupó El Maniel (Ocoa) y de allí a Baní, desde donde dirigió sus tropas a San Cristóbal e instruyó las de Azua y el resto del sur.
El paso natural del Cibao al sur es Piedra Blanca-Rancho Arriba-Ocoa-Cruce de Ocoa donde no hay, en el trazado actual de la carretera, alturas superiores a los mil metros sobre el nivel del mar.
Y lo es porque es el punto medio de la isla y conecta por el centro dos regiones por una distancia de poco más de 70 kilómetros por una vía que existe desde los años cincuenta y que para disponer de ella solo hay que reconstruirla sin necesidad de abrir montañas vírgenes como sería el caso de San Juan-Santiago que hay que afectar tres parques nacionales.
Con el mayor respeto para el profesor J. M. Albaine Pons quien propone que se construya un tren que evitaría la arrabalización a lo largo de los 80 kilómetros intramontanos, tengo que decirle que quien coloque entre esas montañas líneas férreas tendrá que disponer de un soldado armado con fusil cada cien metros para que no se roben los raíles para venderlos como chatarra, porque él y yo sabemos que los cables tirantes de acero del puente Duarte se los robaron y no hay un solo detenido por ese hecho.
Nadie entiende por qué el gobierno de Danilo Medina ordenó paralizar la reconstrucción de la carretera Cruce de Ocoa-Ocoa-Rancho Arriba-Piedra Blanca después que fue licitada y comenzada por el de Leonel Fernández para dar prioridad al desastre ambiental, humano y económico que será el proyecto San Juan-Santiago.
Tampoco se entiende por qué los ecologistas que están con el grito al cielo por la extracción de minerales en la Loma Miranda que está a menos de 600 metros de altura y a menos de cinco kilómetros de distancia de la principal autopista del país, no se han enterado de que se va a destrozar la principal cordillera de la Isla de Santo Domingo, a 2,400 metros sobre el nivel del mar, con tres parques nacionales afectados donde nacen los ríos del sur y del norte del país, y los dos principales de Haití.
Para sacar ferroníquel de Loma Miranda, que el gobierno otorgó permisos ambientales para exploración, hay que recurrir a técnicos de Naciones Unidas, pero para destruir la cordillera Central para construir una carretera inútil, la mayoría de los ecologistas y patriotas de barricada callan inexplicablemente. ¡Ofrézcome!
Escrito por Felipe Ciprián para Acento.com.do
 Rancho Arriba paraiso natural