
Los ocoeños de los municipios y comunidades no han podido cerrar las heridas dejadas por las riadas embravecidas que desnudaron su miseria, se llevaron parte de su gente y agudizó los niveles de pobreza que por años han padecido. El ruido de los ríos sigue siendo el sonido aterrador de la muerte y destrucción que se mantiene latente en la mente de muchos de los ocoeños.